Basura electrónica: datos, cifras y lo que realmente se recicla

  • En 2022 se generaron 62 Mt de RAEE y solo el 22,3% se recicló formalmente; la cifra podría subir a 82 Mt en 2030.
  • El valor potencial de metales en RAEE alcanzó 91.000 M$, pero solo se recuperaron 28.000 M$; los costes externalizados fueron 78.000 M$.
  • Europa lidera el reciclaje documentado (42,8%), pero el mundo sigue con brechas: 81 países regulan, 67 con RAP; 5.100 Mkg cruzan fronteras.

cómo evitar basura electrónica

La basura electrónica se ha convertido en uno de esos temas que, aunque parezcan lejanos, nos toca a todos de lleno. Hablamos de cualquier aparato con enchufe o pila que desechamos, desde móviles y su composición hasta frigoríficos, pasando por tablets, juguetes electrónicos o paneles solares. Es el flujo de residuos que más crece en el planeta y, lo que es peor, el reciclaje no está ni de lejos siguiendo el ritmo.

Para hacerse una idea de la magnitud: en 2022 el mundo generó 62 millones de toneladas de residuos electrónicos. Esa montaña cabría en unos 1,55 millones de camiones de 40 toneladas, suficientes para circundar el ecuador en una fila continua. Sin embargo, solo el 22,3% de esa masa se recogió y recicló de manera documentada y ambientalmente correcta. El resto se dispersó entre circuitos informales, flujos no controlados o directamente vertederos, con impactos serios en la salud pública y el medio ambiente.

¿Qué entendemos por basura electrónica y por qué preocupan?

Cuando hablamos de RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos) nos referimos a lo que tiramos de televisores, móviles, ordenadores, electrodomésticos, lámparas o equipos de climatización. El problema no es solo su volumen creciente: muchos contienen aditivos tóxicos o sustancias peligrosas como el mercurio, con potencial de dañar el cerebro humano y el sistema neuromotor, además de contaminar aire, agua y suelo si no se gestionan bien.

Este reto se ve agravado por varias dinámicas que no dan tregua: avances tecnológicos vertiginosos, consumo al alza, opciones limitadas de reparación (aprende a hacer que tu teléfono dure más), ciclos de vida cada vez más cortos y una «electronificación» generalizada de la sociedad. Si sumamos diseños poco pensados para el desmontaje y la reutilización, y una infraestructura de gestión insuficiente en demasiados países, el cóctel está servido.

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¿Cuánta basura electrónica se genera y cuánto se recicla realmente?

El Monitor Mundial de Residuos Electrónicos 2024 (GEM) revela que en 2022 se generaron 62 Mt de RAEE, con una media de 7,8 kg por persona. De esa cifra, solo 13,8 millones de toneladas se recogieron y reciclaron formalmente. Otros 16 millones de toneladas se manejaron fuera de los sistemas formales en países con infraestructuras desarrolladas, 18 millones de toneladas se trataron en el sector informal en países de renta baja y media-baja, y 14 millones de toneladas acabaron como desechos residuales, en gran medida en vertederos.

La tendencia es inquietante: la generación global de RAEE aumenta en torno a 2,6 millones de toneladas al año. De seguir así, alcanzaremos 82 millones de toneladas en 2030, lo que supone un salto adicional del 33% respecto a 2022. Y ojo, la tasa de recogida y reciclaje formal documentada podría caer del 22,3% en 2022 al 20% en 2030, no porque se recicle menos, sino porque el crecimiento de la basura electrónica supera con creces los avances en gestión.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí: evolución reciente y datos históricos?

Si miramos hacia atrás, en 2010 se generaron unos 34 millones de toneladas de RAEE. Desde entonces, el incremento medio anual ronda los 2,3 millones de toneladas, acelerado por consumo, obsolescencia y menor reparabilidad. En 2018 se estimaron 48,5 Mt de chatarra electrónica; en 2019, 53,6 Mt, y solo el 17,4% se recicló de forma oficial. Algunas imágenes ayudan a entenderlo: ese volumen de 2018 equivalía al peso de todos los aviones construidos o a miles de Torres Eiffel; incluso se llegó a comparar con el peso de «nueve Pirámides de Guiza» como referencia visual.

En regiones como Estados Unidos y Canadá, cada persona genera en torno a 20 kg de chatarra electrónica al año; en Europa, 17,6 kg per cápita; mientras que en África, la cifra baja a 1,9–2,5 kg por persona, aunque con serias dificultades de reciclaje. Para más contexto, en 2016 se desecharon 435.000 toneladas de móviles valorados en unos 9.500 millones de dólares; qué hacer con los móviles viejos, y un smartphone medio integra hasta 60 elementos, muchos de ellos metales valiosos.

Categorías de RAEE y su gestión

que es la basura electrónica

El tipo de aparato determina en gran medida su destino. En 2022, los pequeños aparatos (cámaras, juguetes, microondas, aspiradoras o cigarrillos electrónicos) sumaron 20 millones de toneladas, casi un tercio del total. Pero solo se recoge y recicla formalmente el 12% de esta categoría, por su tamaño, dispersión y dificultad de separación. No es un tema menor: en 2022 se vendieron más de 844 millones de cigarrillos electrónicos, con un peso medio de 50 g; hablamos de más de 42 millones de kg que hay que gestionar.

La segunda gran categoría es la de grandes equipos (excluyendo paneles fotovoltaicos), con unas 15 millones de toneladas en 2022. Las pantallas y monitores suponen cerca del 10% de la generación (unos 5.900 millones de kg), mientras que los equipos informáticos y de telecomunicaciones (móviles, routers, ordenadores, impresoras, teléfonos) aportaron unos 5.000 millones de kg. Por lo general, los equipos voluminosos o con refrigerantes presentan tasas de recogida superiores por su valor y rastreabilidad.

Mención aparte merecen los paneles fotovoltaicos: en 2022 generaron alrededor de 600 millones de kg de residuos y se prevé que lleguen a 2.400 millones de kg en 2030. La planificación para su ciclo de fin de vida es esencial si queremos que la transición ecológica y la digital vayan de la mano sin generar problemas ambientales añadidos.

¿Qué materiales contienen y cuánto valen?

Los RAEE de 2022 contenían una mezcla relevante de recursos: 31 millones de toneladas de metales, 17 millones de toneladas de plásticos y 14 millones de toneladas de otros materiales (vidrio, minerales, compuestos, etc.). Se recuperaron como recursos secundarios unos 19 millones de toneladas, con predominio del hierro y otros metales base. En el caso de metales preciosos y del grupo del platino, las cantidades son más reducidas: se estima que se recuperaron unos 300.000 kg entre flujos formales e informales.

Para aterrizarlo, un teléfono móvil de 100 gramos puede descomponerse, con tecnologías actuales, en 62 g de plásticos, 25 g de metales (aluminio y cobre en su mayoría) y trazas de metales preciosos (0,0008 g), según datos sectoriales. Ese nivel de recuperación multiplica el potencial de circularidad si mejoramos la recogida y el tratamiento en origen.

El balance económico y ambiental: valor perdido y costes ocultos

El valor económico de los metales presentes en los residuos electrónicos generados en 2022 se estima en 91.000 millones de dólares (cuánto cuesta fabricar un móvil). Sin embargo, lo recuperado ascendió a unos 28.000 millones. Entre las materias primas secundarias más valiosas destacan el cobre (19.000 millones), el oro (15.000 millones) y el hierro (16.000 millones). Una mejor recogida dispararía la recuperación y haría más robusta la cadena de suministro.

La foto completa incluye impactos no contabilizados: la gestión inadecuada libera cada año al medio ambiente unos 58.000 kg de mercurio y 45 millones de kg de plásticos con retardantes de llama bromados, sustancias peligrosas con efectos directos en salud pública. Si monetizamos los costes externalizados por toxicidad y calentamiento global, la cifra asciende a 78.000 millones de dólares en 2022, a los que hay que sumar unos 10.000 millones de costes directos de tratamiento sufragados en gran parte por los productores bajo regímenes de responsabilidad ampliada.

Por el lado positivo, en 2022 se estimaron 23.000 millones de dólares en beneficios por emisiones evitadas de gases de efecto invernadero y otros 28.000 millones por el valor de metales recuperados. Aun así, el balance económico neto anual global fue negativo (–37.000 millones). La recuperación actual de materias primas secundarias evita extraer alrededor de 900.000 millones de kg de mineral y previene la emisión de 93.000 millones de kg de CO2 equivalente (41.000 millones por refrigerantes y 52.000 millones por reciclaje de metales frente a minería primaria).

Dónde se genera y cómo se recicla: diferencias por regiones

Europa lidera en generación per cápita con 17,6 kg por persona y también en recogida y reciclaje formal documentado: 42,8%. No obstante, muchos Estados miembros avanzan lentamente hacia sus propios objetivos vinculantes. Oceanía registra 16,1 kg per cápita y una tasa del 41,4%, mientras que las Américas alcanzan 14,1 kg per cápita y una tasa del 30%.

Asia genera casi la mitad de los RAEE del planeta (unos 30 millones de toneladas), pero su tasa formal documentada ronda el 11,8%. África, pese a generar las menores cantidades (unos 2,5 kg per cápita), presenta la tasa formal más baja: cerca del 0,7%. En España, sin estar entre los cinco países europeos con más residuos, la generación supera la media europea, con cerca de 20 kg por persona y año.

Leyes, objetivos y dónde flojea la aplicación

A junio de 2023, 81 países (el 42% de las naciones y el 72% de la población mundial) habían aprobado algún tipo de política, ley o reglamento sobre RAEE. De ellos, 67 integran la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), clave para financiar y organizar la recogida y el tratamiento. Sin embargo, el ritmo de adopción regulatoria se ha ralentizado y la aplicación efectiva sigue siendo irregular.

Parte del estancamiento global en tasas de recogida y reciclaje se explica por la falta de metas claras. Solo 46 países han fijado objetivos de recogida y apenas 36 objetivos específicos de reciclaje. Contar con metas medibles impulsa inversiones, infraestructura y documentación más robusta, tres piezas imprescindibles para cerrar la brecha.

¿Qué está haciendo la Unión Europea en contra de la basura electrónica?

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La UE ha movido ficha con el Plan de Acción para la Economía Circular, priorizando la reducción de RAEE y su reutilización, reparación y reciclaje. Entre las medidas recientes figura el cargador común USB-C para la mayoría de dispositivos a finales de 2024 (y portátiles para el 28 de abril de 2026), así como una propuesta de marzo de 2023 para fomentar la reparación obligando a arreglar productos dentro de la garantía cuando no sea más caro que sustituirlos.

También se está actualizando la directiva de RAEE para incorporar una sentencia del Tribunal de la UE sobre obligaciones de productores de paneles fotovoltaicos. El Parlamento Europeo reclama alargar la vida útil de los productos y, de cara a 2030, objetivos vinculantes de reducción de la huella material. El Consejo y el Parlamento tienen un acuerdo provisional para revisar la directiva en 2026 y, si procede, proponer cambios con evaluación de impacto social y ambiental.

Movimientos transfronterizos: lo que se declara y lo que se cuela

En 2022, cruzaron fronteras unos 5.100 millones de kg de residuos electrónicos. Se calcula que 3.300 millones de kg (65%) viajaron de países de renta alta a países de renta media y baja mediante movimientos no controlados e indocumentados. La línea entre «aparato usado» y «residuo» es difusa: los códigos comerciales no diferencian bien entre nuevo y usado, lo que facilita mezclas y clasificaciones incorrectas.

Europa y Asia Oriental concentran la mayoría de flujos controlados, pero persisten rutas problemáticas. En enero de 2023 se desarticuló una trama que pretendía enviar más de 5 millones de kg (331 contenedores) desde las Islas Canarias a Ghana, Mauritania, Nigeria y Senegal. En 2020 se interceptó una red que movió 2.500 millones de kg hacia varios países africanos, con 750.000 kg de RAEE falsamente certificados. Tres puertos africanos clave (Durban, Bizerte y Lagos) se señalan como grandes puntos de entrada de equipos usados.

Innovación tecnológica y el eslabón que falta

La inversión en tecnologías de tratamiento va en aumento. En 2022, las solicitudes de patentes relacionadas con reciclaje de RAEE escalaron a 787 por cada millón de solicitudes totales, frente a 148 por millón en 2010. La mayoría se centra en reciclaje de cables, aunque persisten vacíos en la recuperación de materias primas críticas.

El gran escollo sigue siendo el reciclaje de tierras raras. A pesar de su importancia para renovables y movilidad eléctrica, apenas alrededor del 1% de la demanda se cubre con reciclaje. El motivo es en gran parte económico: precios de mercado bajos, procesos complejos y contenidos relativamente pequeños que dificultan operaciones rentables a gran escala.

Salud pública y trabajo: quién paga el pato

Donde el reciclaje es informal o sin controles, las prácticas de manejo —buscar chatarra en vertederos, vertido en tierra o aguas, quema o calentamiento al aire libre, baños ácidos, trituración de plásticos o desmontaje manual— liberan contaminantes que viajan por aire y agua afectando a comunidades enteras. La quema al aire libre, por ejemplo, genera humos tóxicos con plomo, dioxinas y mercurio.

La Organización Mundial de la Salud advierte de resultados adversos claros, sobre todo en niños y mujeres embarazadas: aumento de mortinatos y partos prematuros, problemas de neurodesarrollo, aprendizaje y conducta (muy relacionados con el plomo), además de menor función pulmonar y más asma. Muchos contaminantes atraviesan la placenta o pasan a la leche materna, lo que agrava el riesgo en etapas críticas del desarrollo.

Hay además una dimensión laboral cruda: la OIT estimó en 2020 que 16,5 millones de niños trabajaban en el sector industrial, incluido el subsector del tratamiento de desechos. En países con grandes flujos informales, se recurre a menores para desmontar equipos por su destreza manual. Investigaciones comparadas en plantas de Canadá y Bangladés evidencian exposición a plastificantes, retardantes de llama, fluidos, lubricantes y refrigerantes; en entornos sin protección ni medidas de minimización, las partículas nocivas se volatilizan y aumentan los riesgos.

El reciclaje de RAEE puede ser medio de vida para miles de personas: se calcula que hasta 100.000 trabajan en este sector en Nigeria y unas 690.000 en China. Pero sin controles, representa un 2% del flujo de residuos sólidos y puede llegar a suponer hasta el 70% de lo peligroso que acaba en vertederos. Profesionalizar y formalizar esta actividad es cuestión de salud pública y justicia social.

Prevención, acuerdos internacionales y respuesta sanitaria

Las recetas incluyen adoptar y aplicar acuerdos internacionales, reforzar leyes nacionales con perspectiva de salud pública, vigilar vertederos y comunidades, mejorar —no barrer— el sector informal, formar a personal sanitario y, por supuesto, eliminar el trabajo infantil. El Convenio de Basilea controla el movimiento transfronterizo de residuos peligrosos; su Enmienda de Prohibición (2019) veta el envío desde OCDE, UE y Liechtenstein a otros Estados Parte.

Además, existen marcos regionales como los convenios de Bamako (África) y Waigani (Pacífico Sur), que restringen aún más estos movimientos. La OMS ha impulsado una iniciativa específica sobre RAEE y salud infantil con proyectos piloto en América Latina y África, materiales de formación para el sector salud y herramientas educativas —incluido un módulo actualizado centrado en plomo, RAEE y salud infantil— para facilitar el seguimiento de exposición y las intervenciones eficaces.

Cómo reciclar correctamente y qué puedes hacer

El primer paso es obvio pero se sigue pasando por alto: no tirar estos aparatos a la basura general. En España, por ejemplo, existen puntos limpios municipales donde cualquier ciudadano puede depositar RAEE para asegurar su tratamiento, reutilización o reciclaje. También hay redes de recogida impulsadas por sistemas de responsabilidad ampliada del productor y distribuidores con obligaciones de aceptación.

La buena gestión tiene premio: se calcula que hasta el 90% de los materiales de un móvil pueden reutilizarse en nuevos productos si reciben el tratamiento adecuado. Consejos para cargar tu móvil ayudan a alargar su vida y reducir la generación de RAEE. Eso sí, exportar residuos a países lejanos para su desmantelamiento barato añade emisiones por transporte y suele degradar las condiciones laborales y ambientales, algo que rompe la lógica de la circularidad bien entendida.

Tipos de basura electrónica más habituales

  • Grandes electrodomésticos como frigoríficos, hornos o lavadoras. Su volumen facilita la trazabilidad, pero requieren tratamiento especializado por refrigerantes.
  • Pequeños electrodomésticos (secadores, cepillos de dientes eléctricos, tostadoras). Muy dispersos y difíciles de recuperar en alta proporción.
  • Monitores y pantallas, incluidos televisores. Contienen componentes delicados y, en modelos antiguos, sustancias peligrosas.
  • Teléfonos móviles y tablets. Alto valor en metales y tasas de reemplazo rápidas.
  • Equipos informáticos: ordenadores, impresoras, routers. Clave en la digitalización y con gran potencial de reutilización.
  • Luminarias y lámparas. Requieren canales específicos por su composición.

Escenarios hacia 2030: sin cambios, progresivo o aspiracional

El GEM plantea tres trayectorias. Si no cambiamos el paso, la tasa mundial de recogida y reciclaje formal documentada bajaría hacia el 20% en 2030. El coste social y ambiental se dispararía a 93.000 millones de dólares, con otros 15.000 millones de costes de tratamiento. Aun recuperando 42.000 millones en metales y 26.000 millones por emisiones evitadas, el balance sería deficitario.

Un escenario progresivo elevaría la tasa global al 38% en 2030, casi equilibrando costes y beneficios. Para ello, los países de renta alta con legislación e infraestructura deberían acercarse al 85% de recogida, mientras que el resto debería escalar hasta al menos el 10% con gestión ambientalmente correcta, priorizando la formalización y la inversión en capacidades.

El escenario aspiracional apunta al 60% en 2030. En ese caso, los beneficios superarían los costes en más de 38.000 millones de dólares. Requeriría que los países con infraestructura alcanzasen el 85%, que economías de renta media-alta sin sistemas formales desviasen residuos de vertederos y que países de renta baja y media-baja lograsen gestionar de manera sostenible el 40% de sus RAEE, dignificando el sector informal y cerrando fugas legales.

Dependencia de tierras raras y seguridad de suministro

La economía mundial sigue esperando demasiado de unos pocos países para el suministro de elementos de tierras raras. Su reciclaje cubre hoy en torno al 1% de la demanda, insuficiente para tecnologías críticas como renovables y e-movilidad. Reforzar el diseño para desmontaje, mejorar la recogida y apostar por procesos económicamente viables de recuperación son piezas estratégicas para la autonomía industrial y climática.

Medios, derechos y cómo circula la información

Parte de los informes y contenidos divulgativos sobre RAEE se publican con licencias abiertas, como Creative Commons, lo que facilita su difusión y reutilización responsable. Al mismo tiempo, muchos sitios informan de que emplean cookies para recordar preferencias y analizar qué secciones interesan más a los usuarios, algo habitual para mejorar la experiencia de navegación y la medición de audiencias.

El foco mediático también ayuda a tomar conciencia: reportajes con gráficos y vídeos —con las típicas advertencias sobre publicidad de terceros— han desgranado las cifras y el impacto social de los RAEE, acercando la problemática a una audiencia más amplia. La sensibilización es, al final, otra herramienta necesaria para cambiar hábitos de consumo, reparación y reciclaje.

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En un mundo donde dependemos de ordenadores, móviles, bicicletas y patinetes eléctricos, sensores, dispositivos de salud y hasta mobiliario con electrónica, la clave ya no es solo qué compramos, sino cómo lo usamos, reparamos y devolvemos al ciclo. Con metas claras, inversión en infraestructuras, control de flujos transfronterizos, diseño circular y una ciudadanía implicada, el salto desde el 22,3% hacia tasas que de verdad hagan mella es perfectamente alcanzable y, además, rentable para la sociedad y el planeta. Comparte esta información y más usuarios sabran sobre los riesgos de la basura electrónica en el mundo.