El CEO de Telegram advierte del fin del Internet libre

  • Pavel Durov, CEO de Telegram, advierte que se acelera el retroceso de la privacidad y la libertad en Internet.
  • Señala medidas en la UE, Reino Unido y Australia: escaneo de mensajes, identificación digital y verificación de edad.
  • Crece la oposición: postura clave de Alemania, críticas de expertos y líderes como Vitalik y Signal.

esto es lo que dijo Pavel Durov, CEO de Telegram, sobre el futuro del internet

El debate sobre la libertad en la red vuelve a primera línea después de que Pavel Durov, fundador y CEO de Telegram, haya lanzado un mensaje especialmente duro con motivo de su 41 cumpleaños. En sus perfiles públicos y en su propio canal, el empresario advierte de que el Internet abierto podría estar entrando en su tramo final, arrastrado por nuevas normas y controles que, a su juicio, diluyen derechos fundamentales.

La alerta de Durov no se limita a una queja genérica. El directivo pone el foco en decisiones actuales de los gobiernos que, bajo el paraguas de la seguridad y la regulación, podrían convertir la red en un mecanismo de vigilancia. En el punto de mira sitúa la identificación digital en Reino Unido, los sistemas de verificación de edad impulsados en Australia y la propuesta europea de escaneo masivo de mensajes privados. Todo ello, advierte, dibuja un panorama que califica de «distópico» y del que su generación sería quizá la última en escapar.

¿Quién es Pavel Durov y qué ha dicho exactamente?

Pavel Durov, figura clave del ecosistema digital por impulsar Telegram, lleva años defendiendo que la comunicación privada debe ser inviolable. En su mensaje más reciente, sostiene que «lo que prometía ser un intercambio libre de información» está mutando hacia «la herramienta definitiva de control». Sin repetir sus palabras textuales, la idea central es inequívoca: las garantías de privacidad se están desmontando pieza a pieza mediante leyes que abren la puerta a inspecciones y vinculaciones de identidad.

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El comunicado no se quedó en su canal: también se difundió en X (antiguo Twitter) y, durante horas, la app de Telegram mostró un banner destacado que enlazaba al texto. Ese despliegue, inusual por su visibilidad, subraya la gravedad que Durov atribuye al momento actual. Para él, no es un aviso teórico, sino una llamada a reaccionar antes de que sea tarde.

Las medidas que encienden las alarmas, una a una

El diagnóstico de Pavel Durov se apoya en ejemplos concretos. Según su análisis, hay tres frentes que condensan la deriva regulatoria: identidad obligatoria, verificación de edad y escaneo de comunicaciones. Su crítica es que, combinados, erosionan el anonimato, quiebran el cifrado y normalizan el escrutinio previo al envío de mensajes.

  • Identificación digital en Reino Unido: un plan para asociar actividades y trámites a una identidad verificable por el Estado.
  • Verificación de edad en Australia: control de acceso a redes sociales para menores de 16 años, con sistemas digitales de comprobación.
  • ChatControl en la UE: propuesta para permitir el escaneo masivo de mensajes e imágenes privadas con el pretexto de proteger a menores.

Para Durov, el problema no es únicamente técnico. Es político y cultural. Normalizar estas prácticas, insiste, conduce a que «lo excepcional se vuelva rutinario». Y cuando eso sucede, la privacidad deja de ser la regla y pasa a ser una concesión.

ChatControl en la UE: pulso político y reto técnico

Pavel Durov y su noticia sobre el internet

Dentro de la Unión Europea, la propuesta conocida como ChatControl ha encendido las alertas de activistas, criptógrafos y plataformas. Sus críticos sostienen que obligar a inspeccionar mensajes antes de su cifrado desarma el pilar básico de la mensajería segura. En los últimos días, la oposición de la principal fuerza política en Alemania ha complicado su aprobación; con 97 escaños, su peso es significativo y ha obligado a replantear el calendario y el foro de debate, trasladando la batalla al Consejo Europeo.

La presidenta de Signal, Meredith Whittaker, ha resumido el consenso entre expertos en seguridad: no existe «una puerta de atrás» que solo usen los buenos. Cualquier excepción en el cifrado crea brechas explotables por terceros maliciosos. Su postura es tajante: «si se obliga a escanear contenido, se invalida el cifrado de extremo a extremo». Eso, de facto, abre un vector de ataque sistémico que afecta a millones de usuarios.

El debate no es nuevo, pero se ha intensificado. Vitalik Buterin, cofundador de Ethereum, también ha cuestionado la orientación de ChatControl y su impacto en las comunicaciones privadas. Para perfiles técnicos de su talla, el mensaje es claro: las matemáticas del cifrado no negocian con atajos. O se protege a todos, o se debilita a todos.

Identidad digital en Reino Unido: promesas y sombras

El Gobierno de Reino Unido ha impulsado un esquema de identificación digital que validaría el derecho a vivir y trabajar, además de facilitar gestiones públicas como licencias o acceso a servicios. Sobre el papel, el objetivo es agilizar trámites y frenar la economía sumergida. Pero las dudas saltan rápido: ¿quién custodia esos datos?, ¿con qué límites se consultan? Para grupos civiles y parte de la ciudadanía, ahí reside el riesgo. No en la identificación en sí, sino en su uso posterior y en la posibilidad de encadenar registros que perfilen la vida de cada persona.

El rechazo ha cuajado en una petición masiva que supera los 2,8 millones de firmas, superando de largo los umbrales habituales para forzar debates en el Parlamento. Esa cifra muestra que el asunto trasciende el tecnicismo y habita el terreno de los derechos y las garantías constitucionales.

Australia y la verificación de edad: proteger a los menores sin invadir la privacidad

Australia ha optado por restringir el acceso a redes sociales a los menores de 16 años a partir del 10 de diciembre, y entre las herramientas sobre la mesa figura un sistema digital de verificación de edad. La intención de fondo es comprensible: blindar a los menores frente a contenidos nocivos. Sin embargo, críticos de la medida alertan de un efecto colateral: si se construyen bases de datos sensibles para verificar edades, aparecen incentivos para su reutilización y, con ello, mayores riesgos de filtraciones o abusos.

El equilibrio, por tanto, es delicado. La pregunta clave es cómo validar la edad sin forzar la identificación plena y sin almacenar datos en exceso. Ese «punto medio» es el que demandan organizaciones de derechos digitales, que temen que la ingeniería del sistema termine degradando el anonimato en la práctica.

Acusaciones de presión estatal: Alemania, Reino Unido y Francia bajo el foco de Pavel Durov

En su alegato, Durov acusa a algunos países europeos de tensar la cuerda contra voces críticas. Cita a Alemania por perseguir judicialmente a quienes cuestionan a las autoridades, al Reino Unido por encarcelar a personas por publicaciones en redes, y a Francia por investigar penalmente a líderes tecnológicos que defienden la privacidad. Son afirmaciones que enmarcamos como su postura; en cualquier caso, el mensaje es nítido: el margen para disentir en Internet estaría encogiéndose.

Más allá de si cada caso encaja en categorías penales concretas, la advertencia apunta al contexto: cuando el entorno legal es difuso y el umbral de «contenido punible» se amplía, se produce un efecto desalentador. La gente se autocensura. Y esa espiral, remata Pavel Durov, empobrece el debate público y degrada la vida democrática.

Privacidad, cifrado y el papel de las criptomonedas

La privacidad no es un capricho, recuerda el ecosistema cripto. Bitcoin nació con un diseño seudónimo: direcciones en lugar de nombres, transferencia directa entre pares y eliminación de intermediarios como bancos en el flujo de transacciones. En ese paradigma, la protección de la identidad es parte del diseño, no un añadido posterior; por eso muchas voces recomiendan soluciones de gestión de contraseñas. De ahí que muchas voces del sector vean con inquietud normas que, indirectamente, puedan forzar puertas de acceso a datos o romper el cifrado.

En Europa, incluso tecnologías orientadas a preservar la confidencialidad —como los protocolos tipo Mimblewimble o las pruebas de conocimiento cero— han pasado a un escrutinio más severo. La razón es comprensible: las autoridades buscan herramientas para combatir delitos. La tensión surge cuando las soluciones propuestas extienden la vigilancia a toda la población, no solo a los sospechosos, diluyendo el principio de proporcionalidad.

Telegram en el punto de mira: piratería, polémicas y el incidente en Francia

Telegram ha sido señalado con frecuencia por el papel de algunos de sus canales en la distribución ilícita de contenidos, desde emisiones deportivas hasta series y películas. Ese uso —que viola derechos de autor— ha generado fricción con titulares de derechos y con reguladores. Además, en agosto de 2024, el propio Pavel Durov fue detenido por las autoridades francesas en el marco de una investigación sobre actividades ilícitas en la plataforma; más tarde, se aclaró el alcance de la colaboración de Telegram con las fuerzas del orden. El episodio, sea como fuere, forzó cambios internos y decisiones impopulares para parte de su comunidad.

Para sus críticos, la plataforma ha tardado en atajar comportamientos abusivos. Para sus defensores, en cambio, Telegram ha mantenido una línea de flotación orientada a la privacidad sin claudicar ante presiones generalistas. Entre ambas visiones late una pregunta de fondo: ¿es posible perseguir delitos concretos sin desmontar la confidencialidad que protege al usuario legítimo?

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«Nos vendieron una mentira»: el núcleo del alegato

Pavel Durov sostiene que se ha instalado una narrativa según la cual el gran logro de nuestra época sería deshacernos de la tradición, la privacidad, la soberanía, el libre mercado y la libertad de expresión. A su juicio, esa idea es una trampa. Renunciar a esos principios no nos hace más modernos; nos vuelve más vulnerables y dependientes. Y cuando caen esos pilares, advierte, el deterioro se vuelve moral, intelectual y económico.

El lenguaje es deliberadamente dramático porque busca una reacción. No es habitual que un fundador de una gran plataforma declare abiertamente que «no tiene nada que celebrar» en su cumpleaños. Esa teatralidad tiene un objetivo: agitar a su audiencia para que entienda que la ventana de oportunidad se cierra.

La réplica técnica: por qué las «puertas traseras» no funcionan

Ingenieros de seguridad y criptógrafos llevan décadas explicando que no hay excepciones seguras al cifrado de extremo a extremo. Una puerta trasera no es un privilegio controlado: es un agujero en el casco. En el minuto uno puede parecer que solo sirve para rescates en alta mar, pero en el minuto dos, también la usarán los piratas. Ese es el corazón del argumento de Signal y de buena parte de la comunidad técnica de ciberseguridad, y recuerdan que existen herramientas de privacidad como apps para ocultar archivos.

La paradoja es que un debilitamiento «acotado» del cifrado puede acabar causando más daño del que evita. Documentos, conversaciones y pruebas de vida de millones de personas —periodistas, activistas, funcionarios, ciudadanos comunes— dependen de que las comunicaciones no se puedan inspeccionar en tránsito. Si se abre una rendija, el riesgo se multiplica de forma sistémica.

Lo que dicen los defensores de estas leyes

Quienes promueven regulaciones más estrictas apelan a la protección de los menores, a la lucha contra el abuso y a la necesidad de dotar a las autoridades de herramientas modernas. Nadie discute esos objetivos. El choque surge al definir los medios para lograrlos: si la solución implica vigilar a todos para perseguir a unos pocos, se rompe el equilibrio entre seguridad y libertad.

Una parte de la discusión se resolverá en el terreno técnico —cómo probar edad sin revelar identidad, por ejemplo—, y otra parte es irremediablemente política: ¿cuál es el umbral aceptable de intromisión estatal? Ahí, la posición de países con peso en la UE, como Alemania, puede inclinar la balanza, como ya se ha visto con el freno a ChatControl y su traslado a negociaciones en el Consejo. Esa dinámica parlamentaria mostrará hasta dónde llega el consenso para tocar el cifrado.

El eco en el ecosistema cripto y la descentralización como antídoto

Para Durov, la descentralización es algo más que una palabra de moda. Es el mecanismo que limita el poder de control centralizado, tanto de empresas como de gobiernos. Ese principio resuena con la filosofía de la cadena de bloques y con proyectos como TON, que aspiran a repartir la confianza por la red. Bajo ese prisma, proteger la privacidad es preservar la última frontera de la libertad personal en la era digital.

El sector cripto, por su parte, ve en estas discusiones una batalla definitoria. No es una cuestión solo de activos, sino de infraestructuras de comunicación y pago resistentes a censura. Si el cifrado se degrada, la promesa de transacciones seguras entre pares y de mensajería privada pierde fuerza. Por eso, cada intento de «leer» contenido cifrado genera una respuesta coordinada de tecnólogos y organizaciones civiles.

Estados Unidos en el espejo: el sesgo de la discusión pública

En su carta, Pavel Durov puso el foco en Europa, Reino Unido y Australia, pero hay debates similares en otras latitudes. En Estados Unidos, varios estados han planteado restricciones y controles a menores en tiendas de apps y redes sociales. Algunos críticos señalan que ese sesgo selectivo a la hora de señalar países también influye en la percepción del problema. Con todo, el núcleo del argumento se mantiene: la tendencia global es hacia más control, no hacia menos.

Estas comparaciones sirven para recordar que no hay territorios inmunes a atajos regulatorios. Lo que hoy es piloto en un país puede ser estándar mañana en otro. Por eso, quienes defienden la privacidad insisten en establecer líneas rojas técnicas: el cifrado de extremo a extremo y la no vinculación universal de identidades no deberían negociarse.

¿Qué se decide ahora y por qué importa?

La coyuntura europea es especialmente relevante: una decisión sobre ChatControl marcaría precedente mundial. Si se normaliza el escaneo «preventivo» de mensajes, otras jurisdicciones podrían replicarlo. Si, por el contrario, se reconoce que el cifrado es un bien público que no se puede perforar, la privacidad saldrá reforzada. De ahí que el posicionamiento de grandes países miembros sea observado con lupa.

En Reino Unido, el alcance final del esquema de identidad digital —qué datos se piden, cómo se guardan, con quién se comparten— decidirá si la herramienta es un facilitador de trámites o un pasaporte a la vigilancia. En Australia, el diseño concreto del sistema de verificación de edad marcará la diferencia entre proteger a los menores sin invadir a los adultos o empujar a toda la población a enseñar más de lo debido para acceder a la red.

«Si seguimos dormidos, un mundo oscuro se nos echa encima», vino a advertir Pavel Durov en su mensaje. Más allá del dramatismo, su idea fuerza es que la negligencia tiene coste: lo que hoy es libertad por defecto puede convertirse en una excepción frágil mañana.

El pulso no terminará con una votación puntual ni con un hilo viral. Es un proceso. Y cada decisión —de un tribunal, de un parlamento, de una plataforma— suma o resta en la práctica. Por eso, voces técnicas y civiles insisten en participar en consultas públicas, audiencias y debates. El objetivo no es negar la necesidad de combatir delitos, sino lograr herramientas proporcionadas que no condenen a la mayoría a una vigilancia preventiva permanente.

Lo que está en juego no es solo cómo nos comunicamos, sino cómo pensamos y creamos cuando creemos tener a alguien mirando por encima del hombro. Para quienes diseñan productos, la invitación es clara: privacidad por diseño, minimización de datos y cifrado robusto, además de una adecuada . Para los legisladores, el reto es afinar las leyes sin romper los cimientos técnicos que hacen posible una Internet segura para todos. En ese punto, la presión pública suele ser decisiva.

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Las advertencias de Pavel Durov , el freno alemán a ChatControl, las reservas de Signal y de líderes cripto, los planes de identidad en Reino Unido y la verificación de edad en Australia, además del historial controvertido de Telegram y su defensa del cifrado, dibujan un panorama que no pinta sencillo, pero sí nítido: o se abordan los riesgos reales con soluciones quirúrgicas y respetuosas con la privacidad, o acabaremos normalizando controles desproporcionados que vacían de sentido la promesa original de la red. Y ahí, el tiempo corre en contra de quienes quieren mantener un Internet verdaderamente libre. Comparte esta información para que otros usuarios conozcan sobre el tema.